Dulzura perpetuada,
satin de matequilla
empapada de vainilla en rama;
mordidas en sintonía
guillotinan destilados
de azahares y mandarinas
precipitan glotonerías;
la mía, tentada de melancolía
desparramada y sin salida
subyace empalagada
en puños encerados
y anulares empalmados
abrigados de crepúsculos
cegados del albor anhelado.
domingo, 3 de febrero de 2008
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